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Maullidos Urbanos: ¿Cantidad, o calidad educativa?

 

Gato de Barrio

gatodebarrio@yahoo.com.mx

En su conferencia mañanera el presidente Andrés Manuel López Obrador se pronunció por eliminar el examen de ingreso a las universidades públicas, tanto en el nivel medio superior como en el superior, con el propósito de que ningún joven se quede sin estudiar.

Según el mandatario, durante los anteriores gobiernos calificados como neoliberales se cerraron oportunidades para los jóvenes, ya que “lo ideal es que todos los que quieran ingresar a la universidad puedan hacerlo y que se supriman los exámenes de admisión” y sentencióque “la educación no es un privilegio, es un derecho».

Ante los invitados especiales de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, que realiza una reunión en México, expresó su respeto a “la opinión de los aspirantes a la Rectoría” y a “la autonomía de las universidades», pero también López Obrador detalló su plan para crear 100 universidades públicas gratuitas en todo el país, con el propósito de revertir el rezago existente en la educación superior.

Sin embargo también reconoció que los exámenes de admisión tienen que aplicarse ya que en las universidades públicas no existe la suficiente capacidad para admitir a todos los aspirantes a ingresar a la educación superior.

Las intenciones en el papel se pueden calificar de positivas, pero la realidad resulta otra. Ante la imposibilidad de aceptar a todos los aspirantes, mediante ese mecanismo se busca que ingresen los más capaces y, aun así, se registra la deserción de alumnos conforme se avanza en los semestres escolares.

Ahora, la idea de crear un centenar de universidades tampoco resulta tan viable, simplemente por el hecho de que de dónde se sacará a un profesorado de calidad que, por supuesto, preparen a futuros profesionales de calidad. Recuérdese la experiencia con la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, fundada precisamente por López Obrador cuando fue jefe de gobierno capitalino, donde el número de egresados ha sido mínimo y de quienes se han titulado mucho menos, además de sus constantes conflictos internos entre las mismas autoridades académicas y con los maestros, en fin resultó un proyecto fallido.

En estos momentos lamentablemente no existen verdaderas alternativas para impulsar la educación superior, por ello deben buscarse otros caminos más viables, no necesariamente en universidades sino en especialidades técnicas que, en muchas ocasiones, resultan mejor pagadas que una licenciatura concluida con una mediocre capacitación.

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