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Alebrijes en Cuadratines: Trasfondo en el tema del aeropuerto

Adrián Chavarría Espinosa

ache57@yahoo.com.mx

La culpa de varias problemáticas que se viven en el Valle de México es responsabilidad de los aztecas, porque de acuerdo a la leyenda en esa cuenca lacustre encontraron al águila parada sobre un nopal, señal de que ahí deberían fundar Tenochtitlán hace casi 700 años.

            ¿Cuáles problemas? Por citar dos: primero el agua, inicialmente para llevarla a sus actuales millones de habitantes y, después de haber sido utilizada, desalojarla; segundo, que por la orografía de la cuenca obliga a que para un buen aterrizaje en el aeropuerto capitalino, se requiere que las aeronaves vuelen de forma segura en sentido poniente-oriente.

            Considérese que la Ciudad de México, al estar inmersa en esa cuenca ‑que hace siglos perdió el lago original‑, le impide contar con dos o más aeropuertos, como sucede en otras ciudades del mundo, cuya localización en sitios sin cerros o montañas cercanas les permitan los aterrizajes desde diversos puntos. Ven, esos problemas se originan desde los aztecas.

            Y es que de acuerdo a gran cantidad de estudios técnicos avalados por instituciones de reconocida solvencia, se ha establecido que operar dos aeropuertos ‑como sería el caso de las actuales instalaciones capitalinas y las de Santa Lucía, en Tecámac‑, no resolvería el problema de ampliar el número de servicios aéreos, como sucedería con la construcción de las instalaciones en Texcoco.

            Para el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, la orografía no es ningún problema para mantener adelante su proyecto de que operen dos aeropuertos, por eso se mantiene obsesionado con cancelar el proyecto de Texcoco.

            De acuerdo a versiones periodísticas, entre los colaboradores cercanos a López Obrador, varios apoyaban al Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco, entre ellos Marcelo Ebrard, exjefe de gobierno capitalino y próximo secretario de Relaciones Exteriores, así como el empresario Alfonso Romo, quien será el jefe de la oficina de la presidencia.

            Pero aparentemente López Obrador tiene mayor confianza en el ingeniero José María Riobóo, dueño de Grupo Riobóo. quien es considerado por el tabasqueño como uno de los mejores estructuristas del mundo, y ahora ha colocado al ingeniero agrónomo Sergio Rubén Samaniego Huerta como el próximo encargado de obra en el proyecto de Santa Lucía.

            Sin embargo Samaniego Huerta ha ocupado diversos cargos dentro del Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (Indaabin), siendo el más alto como director de Avalúos y, desde 2015, opositor a la obra en el Lago de Texcoco.

            Durante estos años, junto con el ingeniero Riobóo, escribió el libro Sistema Aeroportuario del Valle de México, pero de ahí en fuera ambos carecen de mayor experiencia en materia de aviación o de aeropuertos, pero eso no significó nada para que ambos se involucraran en expresarse en contra de Texcoco y apoyar a Santa Lucía.

            También debe recordarse que Javier Jiménez Espriú, propuesto como próximo secretario de Comunicaciones y Transportes, días antes de la consulta nacional anunció que una empresa francesa que avalaba la operatividad de Santa Lucía, pero para establecer esa conclusión esa institución ni siquiera visitó al Valle de México, solamente se apoyó en información proporcionada por RIobóo, lo cual de ninguna forma resulta ético en este asunto.

            Asimismo, para respaldar al proyecto de Santa Lucía, López Obrador se respaldó en la citada y cuestionada consulta ciudadana, donde apenas y aparentemente participó poco más de un millón de personas; cuestionada por la forma en que se organizó, al carecer de un respaldo legal y, además, de una organización totalmente parcial y comprometida con el presidente electo.

            Ello no fue obstáculo para que López Obrador expresara que el resultado de esa consulta ciudadana fue la expresión “del pueblo sabio, que nunca se equivoca” y que se inclinó por Santa Lucía para cancelar Texcoco.

            El que López Obrador esté decidido a cancelar el NAIM parece una obsesión de López Obrador –la cual podría tener varias posibles razones‑, pero por la forma en que se ha desarrollado aparentemente no desea responsabilizarse de esa acción, por lo cual su éxito o su fracaso será responsabilidad de ese “pueblo sabio”.

            Sin embargo, de acuerdo con los especialistas en aeronáutica, de continuarse adelante con Santa Lucía, su viabilidad óptima por relativamente corto tiempo en comparación con Texcoco y, a pesar de los presuntos ahorros que generaría esta obra, no se ha considerado el costo de la demolición de lo ya construido hasta el momento en el NAIM.

            Insisto: si el deseo de López Obrador es contra del proyecto en Texcoco, pues simplemente que así lo ejecute y asuma las consecuencias, sean buenas o malas, en lugar de hacer toda una parafernalia con una consulta amañada, con estudios de dudosa validez, ni implicar al pueblo con una supuesta sabiduría en temas técnicos especializados.

            En fin, la problemática del aeropuerto se prolongará más tiempo y mucho más las consecuencias de la decisión final; en lo personal, espero que esas consecuencias sean lo menos negativas posibles para todos los mexicanos y que los verdaderos responsables asuman su responsabilidad, sin necesidad de culpar a otros, en especial a los aztecas.

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