Adrián Chavarría Espinosa / 

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Una forma de homenajear a quienes por sus acciones se les califican como héroes o a las personas destacadas por sus aportaciones literarias, científicas, deportivas, o por hechos relevantes es mantenerlos en la memoria colectiva a través de una estatua. Pero, también, la falta de este reconocimiento o las críticas negativas a su trayectoria puede ser considerada como un reproche o rechazo a quienes se les puede considerar como “los malos de la historia”.

Por ejemplo y en contra de la creencia general, en México existen este tipo de efigies tanto para Hernán Cortés como a Porfirio Díaz quienes han sido objeto de repudio popular. Del español existe una desde 1982 en el Parque Xicoténcatl en Coyoacán, Ciudad de México, llamada “Monumento al Mestizaje”, creada por orden del entonces presidente José López Portillo. Representa a Cortés, la Malinche, y originalmente a su hijo Martín, pero esta obra ha sido removida y reinstalada varias veces por inconformidad social.

Respecto al longevo mandatario mexicano, en 2015 y ante sus bisnietos se develó una en Orizaba, Veracruz, elaborada por el escultor Bernardo Luis López Artasánchez, en honor por su papel en el desarrollo industrial de esa ciudad. Existe otra en Tampico, Tamaulipas, erigida en reconocimiento a su legado modernizador en esa ciudad. Sin embargo, estas obras han sido objeto de constantes críticas y rechazo por su carga simbólica.

Peri las estatuas no solo han servido para reconocer a hombres y mujeres de carne y hueso, también se han creado para recordar y mantener vigente a personajes de ficción, por su trascendencia y aporte histórico y literario. Un caso relevante ha sido el de Alonso de Quijano, mejor conocido Don Quijote de la Mancha, creación de Miguel de Cervantes Saavedra.

Varias de sus estatuas, donde invariablemente es acompañado de Sancho Panza, se encuentran en varias ciudades de España como en Madrid, en la Plaza de España, junto al monumento a Cervantes; en El Toboso (Castilla-La Mancha), pueblo natal de Dulcinea, su amor platónico, con esculturas en la ruta turística del Quijote; en Alcázar de San Juan, parada clave en la Ruta del Quijote; y en Barcelona, en el Parque Cervantes.

En México se les ubican, entre otras partes en Guanajuato, en la Plaza Allende, frente al Teatro Cervantes, donde también existe el Museo Iconográfico del Quijote; en la Ciudad de México, en la Biblioteca de México; también en Toluca, afuera de la Biblioteca del Centro Cultural Mexiquense, originalmente ubicada en la Plaza España del centro urbano, así como en Lima, Perú; La Habana, Cuba; Verona, Italia; Dallas, Estados Unidos; y Bruselas, Bélgica.

Otras efigies son las Sherlock Holmes en Londres, Reino Unido, cerca de Baker Street Station, junto a su residencia ficticia; de Hans Christian Andersen en Copenhague, Dinamarca: donde el autor aparece con personajes como El Patito Feo y La Sirenita; precisamente de La Sirenita hay una en Copenhague, Dinamarca, para ser una de las estatuas más fotografiadas del mundo; así como de Julieta Capuleto, en Verona, Italia, precisamente en el patio de su casa, donde los visitantes dejan cartas de amor.

Entre las estatuas de personajes ficticios del cine y televisión destacan dos en Estados Unidos: la de Rocky Balboa, en Filadelfia, frente al Museo de Arte, famosa por la escena de entrenamiento; de Yoda y Darth Vader, en San Francisco, California, en el campus de Lucasfilm; de Harry Potter, en Londres, Reino Unido, en la estación King’s Cross, junto al carrito que atraviesa la pared hacia el andén 9¾: de Godzilla en Tokio, Japón, dn el barrio de Hibiya, como homenaje al ícono del cine japonés-

De personajes de cómic y cultura pop existen las de Tintín y Milú, en Bruselas, Bélgica, en el Museo del Cómic y varias plazas públicas; de Astérix y Obélix en Francia, en el parque temático Parc Astérix, cerca de París; de Batman y Superman, en ciudades como Metropolis (Illinois) y Gotham (Nueva Jersey), Estados Unidos; y una estatua gigante diez metros de altura de Mazinger Z, en Tarragona, España en la urbanización llamada Mas del Plata.

En la ciudad de México se cuentan las de El Chavo del 8, en la colonia del Valle, de Cri-crí en la Tercera Sección de Chapultepec, y de La Catrina, de esta última también en Aguascalientes. Es imposible omitir las de Mafalda y sus amigos Susanita y Manolito, en la esquina de las calles Chile y Defensa, en el barrio de San Telmo, Buenos Aires.

A todas ellas en un futuro próximo se sumará la de Diego Alatriste y Tenorio, mejor conocido como El Capitán Alatriste, personaje literario creado por Arturo Pérez Reverte, cuyas aventuras se desarrollan en en Madrid del siglo XVII, en el Siglo de Oro español, llamado así por la posición cultural del país, donde se narran sus aventuras junto con su paje Íñigo Balboa, en medio de las corruptelas, venganzas y turbias políticas en el imperio hispano.

SI bien son siete las novelas con este personaje –está próxima la aparición de la octava titulada “Misión en París”–, el también periodista, excorresponsal de guerra y académico de número de la Real Academia Española desde 2003, tiene más de treinta novelas de diversos géneros como policiacos, de suspenso, político y, por supuesto de periodismo. Al menos cuatro de sus libros han sido llevados al cine como, “La novena puerta”, dirigida por Roman Polanski.

Por último, recordar que recientemente en conflictos civiles en varias naciones el tirar estatuas de dictadores, se ha convertido en una expresión popular de liberación y desahogo social en búsqueda de una nueva y más democrática forma de vida.