Alebrijes en Cuadratines / Futuro de la “fiesta brava”
Adrián Chavarría Espinosa /
Unas preguntas: ¿a usted le gustaría comer unas enchiladas dulces, es decir que no sean picosas?, ¿le agradaría escuchar música de rock pero sin guitarras eléctricas ni batería?, ¿apreciaría una película de estreno, pero en una vieja televisión de cinescopio en blanco y negro? Puedo adelantarle que todas sus respuestas serían “no”, porque tanto la comida como la música o la película no cumplirían con su propósito original.
Pues algo semejante se pretende suceda con las corridas de toros, donde tanto la presidenta Claudia Sheinbaum como Clara Brugada, jefa de gobierno de la Ciudad de México, han expresado su interés de que en esa “fiesta” no se ejerza maltrato ni mucho menos violencia sobre los animales, es decir transformar totalmente esa añeja actividad.
En una reciente conferencia mañanera la presidenta Claudia Sheinbaum recordó que la prohibición del maltrato animal es constitucional y también dio el visto bueno a la propuesta de Brugada, de que haya corridas de toros en la capital, pero sin matar a los animales, con el argumento de que mucha gente vive de ese espectáculo: “la propuesta lo que busca es mantener a todo este grupo que trabaja alrededor de la tauromaquia, pero al mismo tiempo respetar además la Constitución que establece claramente la protección de los animales”.
Cuestionada sobre si estaba de acuerdo con la prohibición de la tauromaquia en la Ciudad de México, respondió: “Pues es esto de si se prohíbe o se busca un esquema, en donde no se maltrate a los animales y se permita mantener la crianza del toro, pues es una actividad productiva de la que dependen muchísimas personas. Entonces, si se pueden combinar las dos cosas, creo que sería la mejor (opción)”.
Ante el hecho de que el Congreso capitalino discutirá el 18 de marzo la prohibición de las corridas, Brugada dijo que hay varias propuestas para continuar con la tauromaquia, condicionado a que sea sin violencia hacia los toros, reconociendo sus derechos como seres sintientes, pero también apoyando la economía de las personas dedicadas a esta actividad.
Por supuesto existen grupos antagónicos. Quienes están a favor argumentan que la tauromaquia forma parte del patrimonio cultural e histórico de varios países, como España, México y otras naciones hispanas. Lo califican de una añeja expresión artística y cultural como forma de arte, donde el enfrentamiento entre toro y torero es “una lucha llena de simbolismo”.
Agregan que la industria taurina genera empleos e ingresos en varios sectores, desde turismo hasta ganaderías, donde éstas últimas destacan que los toros de lidia ayudan a conservar una raza específica que, de otro modo, podría desaparecer y afirman que el toro bravo vive en condiciones óptimas, donde es respetado y admirado por su naturaleza única.
Quienes están en contra dicen que las corridas son crueles, donde el toro sufre estrés, dolor y finalmente la muerte; precisan que no se justifican en una sociedad moderna, la cual busca eliminar prácticas que impliquen sufrimiento animal; además. el toro no elige participar en estos eventos, lo que plantea cuestiones éticas relacionadas con el trato a los animales.
También opinan que mantener esta práctica afecta negativamente la percepción de la cultura en países donde se practica, al proyectar una imagen de insensibilidad hacia los animales, además de considerar que existen otras formas de preservar la cultura sin necesidad de dañar a los animales, al fomentarse espectáculos o tradiciones alternativas.
Es más, los defensores de la tauromaquia señalan que los toros reciben cuidados meticulosos antes de una corrida para garantizar que estén en óptimas condiciones físicas y mentales, al proporcionarles descanso adecuado. alimentación balanceada, revisión veterinaria, se minimiza el contacto humano y cualquier estímulo que le genere estrés, se les transporta con cuidado para reducir el impacto en su bienestar físico y emocional.
Los detractores subrayan que el toro es acosado para subirse a un camión, tiene pánico en el trayecto, le gritan y permanecen en la oscuridad, lo cual para ellos es algo desconocido y peligroso; el verse acorralados les crea un tremendo estrés psicológico con el correspondiente sufrimiento; en las ganaderías les realizan cortes en las orejas a tijera o a cuchillo sin anestesia, sin omitir que desde los siete meses son separados totalmente de sus madres y se les marca con un hierro ardiendo en cuatro lugares de su cuerpo.
En lo personal no estoy de acuerdo con las corridas de toros, ya que este espectáculo resulta deprimente al ver cómo los toreros y banderilleros buscan herir al animal, que en su desesperación busca defenderse con sus astas. Al final, para reconocer “la valentía” del torero, se le entrega una o dos orejas y/o el rabo de su “adversario”.
En cambio, cuando es muerto el toro, como “homenaje” se le da una vuelta al ruedo y se le aplaude, lo cual de ninguna forma le reditúa menos dolor. Y muy pocas veces, cuando se considera que fue un “digno” rival, se le indulta y regresa a la ganadería como semental.
Definitivamente se debe terminar con todo tipo de maltrato, así sea poco, y sin importar las posibles variantes, que “desvirtuarían” el festejo. Por lo tanto, deben cancelarse las corridas, ya que a pesar de aplicar alternativas “menos molestas”, siempre causará dolor al animal el cual, de todas formas, nunca tendrá oportunidad de defenderse.