Adrián Chavarría Espinosa

ache57@yahoo.com.mx

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Aunque aparentemente los políticos parecen ser seres especiales, ya que pocas veces se informa de sus problemas de salud, pero ellos también son seres humanos que no están exentos de padecer algún tipo de enfermedad como sucede con las personas normales.

La verdad es que quienes intervienen en la política, tanto de nuestro país como en otras naciones, también han padecido diversos problemas, aunque se han cuidado de hacerlo público por considerar que de revelarse esta situación quedarían en una situación de inferioridad o de que perderían poder.

Estos casos no son exclusivos de México ni únicamente de estos tiempos. Por ejemplo, están documentados el asma y la diarrea crónica de Theodore Roosevelt, la hemorragia cerebral del primer ministro israelí Ariel Sharon, las depresiones de Winston Churchill y de Willy Brandt, el trastorno bipolar de Lyndon Johnson y el temperamento paranoide y el alcoholismo de Richard Nixon.

Destacan los casos del presidente Woodrow Wilson, quien por una trombosis progresiva no pudo cumplir con sus responsabilidades durante siete meses, lapso en el cual su esposa Edith se ocupó de los asuntos presidenciales, mientras en Francia la consorte del vicepresidente Paul Deschanel tomaba decisiones y firmaba documentos en sustitución de su marido, debido a la demencia frontotemporal que padecía por la cual tuvo que dimitir.

De igual manera en México las enfermedades presidenciales eran casi un secreto de estado, donde destaca el caso de Adolfo López Mateos quien padecía de migraña y cuando padecía ese problema, era su secretario particular quien dictaba órdenes a su nombre. Pero ya en este Siglo XXI los políticos han sido más abiertos en cuestión de sus padecimientos físicos.

Por ejemplo fueron públicos los casos de cirugías de Vicente Fox. Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto por situaciones presuntamente no tan graves, como fue el caso de Miguel Ángel Mancera, quien cuando fue Jefe de Gobierno del Distrito Federal, tuvo una delicada operación a corazón abierto.

No debe omitirse que en diciembre de 2013 se informó que el ahora presidente electo Andrés Manuel López Obrador fue operado en un de la Ciudad de México ya que tuvo un infarto al miocardio donde la cirugía coronaria “fue exitosa” a decir de los doctores que lo atendieron.

Incluso, en su reciente campaña proselitista el tabasqueño reconoció que no había acudido a sus periódicas revisiones médicas y que tomaba diferentes pastillas para tratar sus padecimientos; sin embargo, ya no se ha mencionado nada de su actual estado de salud y mantiene una incesante actividad con miras a su toma de posesión,

Cuando el político goza y ejerce el poder a su gusto, las enfermedades son situaciones secundarias, pero cuando caen en desgracia y son objeto de procesos legales y/o penales entonces sus achaques aparecen y solicitan trato especial.

Esta, por ejemplo, el caso evidente de Elba Esther Gordillo Morales, quien fuera máxima dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, y bajo ese cargo se daba una gran vida: viajes en jet privado, compra de artículos de lujo en México y Estados Unidos, departamentos en zonas residenciales, en fin una gran vida.

Pero cuando en 2013 fue detenida e internada en la cárcel de pronto le aparecieron sus achaques y solicitó un trato preferencial, razón por la cual se le trasladó primero a un hospital carcelario, después a una clínica privada y, finalmente, se le autorizó a tener arresto domiciliario en su departamento de Polanco, desde donde empezó a retomar los hilos del poder.

De acuerdo con el doctor Jesús Francisco Calliser Duarte, médico titular de Gordillo, la ex líder sindical presentaba una serie de padecimientos que, de acuerdo con su diagnóstico, su vida estaba en riesgo.

En el recuento del especialista, a Gordillo desde 2005 le diagnosticó hepatitis C el cual puede derivar en cirrosis y cáncer de hígado; insuficiencia renal con filtraciones, empeorado por el hecho de que ella sólo posee un riñón, pues el otro lo donó a su entonces esposo; hipertensión arterial sistemática; aracnoideo parasagital izquierdo en el cerebro; atrofia en la pared muscular abdominal y en el oblicuo mayor en el lado izquierdo; diverticulosis en el colon descendente; lesión en el tobillo izquierdo y descalcificación.

Cuando el 8 de agosto se anunció que quedaba en libertad, circuló en redes sociales una foto donde se le observó sonriente, pero en su reaparición pública el pasado 20 de agosto se le vio, diríamos, rejuvenecida, como en sus mejores días, como si hasta hace algunos meses no hubiera estado hospitalizada.

Lo que se puede concluir en el caso de Gordillo Morales es que el haber regresado a la actividad política, como la guerrera que se autocalifica, recibió una gran dosis de vitamina política, es decir que sentir el poder en sus manos le hizo olvidar todos sus achaques.

Y así sucede con muchos políticos: mientras se encuentran activos los resultan ser las personas más sanas, pero cuando pierden el poder resultan ser portadores de todos los padecimientos posibles a fin de recibir todas las atenciones posibles.

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