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Alebrijes en Cuadratines / Una vacuna mexicana, ¿cuándo?

 

Adrián Chavarría Espinosa

ache57@yahoo.com.mx

En días recientes se ha debatido públicamente acerca de las vacunas existentes contra el covid-19, sobre qué tan efectivas pueden ser, sí provocarán efectos secundarios, sí resulta conveniente su aplicación a los mayores de 65 años de edad y, en particular, sí la rusa llamada Sputnik V es de segunda clase, entre otros temas de discusión.

No puede omitirse que el ambicioso programa de vacunación nacional, donde uno de sus principales compromisos era que todo el personal del sector salud involucrado en el combate al coronavirus junto con las personas mayores de 60 años, estarían inmunizados a finales de marzo, sencillamente no podrá cumplirse por la falta de las dosis necesarias.

Esta problemática existe por nuestra dependencia a la investigación científica desarrollada en otras naciones, pero ¿no se han preguntado por qué en México no existe una vacuna adecuada a nuestra fisiología? Considérese que dosis, como la Sputnik V, establecen restricciones para diabéticos, enfermedad de alta prevalencia en la población mexicana.

Recientemente María Elena Álvarez-Buylla, directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), anunció se apoyan entre tres y cinco proyectos para desarrollar una vacuna mexicana, pero puntualizó que la información completa se dará “en su momento”, cuando los proyectos estén suficientemente maduros y se hayan seleccionado; adelantó que existe coordinación con empresas mexicanas para desarrollar vacunas en un acuerdo de inversión mixta y en colaboración con Birmex, la paraestatal encargada de distribuir vacunas.

Por su parte Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores anunció en agosto que en 2021 México sintetizaría su propia vacuna, donde gobierno federal apoyará económicamente a instituciones que desarrollan un proyecto viable, para lo cual se había abierto un fondo junto con entidades extranjeras y de fundaciones del sector privado.

Por ello, en septiembre pasado se inició la repartición de fondos, donde la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) anunció la firma de un acuerdo que significaron los primeros tres millones de pesos para continuar el desarrollo de su vacuna. Pero en agosto se reportó que esa institución educativa  había financiado la investigación de su vacuna con recursos propios y el proyecto, desde su propuesta hasta la síntesis, costaría cerca de 49 millones de dólares.

En el encuentro virtual “México en la carrera por la vacuna COVID-19”, organizado por el diario Milenio, el doctor Juan José Mosqueda, investigador de la UAQ, dijo que no podrían comenzar las pruebas clínicas de su vacuna si no lograban procurar más financiamiento.

En  julio se reportó que el proyecto del Instituto de Biotecnología de la UNAM, encabezado por la doctora Laura Palomares, había recibido apoyo del Gobierno de la Ciudad de México para terminar su fase preclínica, pero que no podría ir más allá por falta de fondos.

Representantes de los otros proyectos mexicanos, como las del Tecnológico de Monterrey, la Universidad Autónoma de Baja California y el Instituto Politécnico Nacional, hicieron eco de la advertencia, pero la mayoría estima que para comenzar sus pruebas clínicas, necesitan al menos un millón de dólares y fuera del empujón económico mínimo de septiembre, usado para investigación molecular, no han podido avanzar desde entonces.

Finalmente, aunque solicitaron que sus investigaciones de vacunas fueran acreedoras a los fondos covid del Conacyt, de acuerdo con Teresa García Gasca, rectora de la UAQ, esa organización científica respondió que esos recursos estaban destinados a la investigación en tecnologías y tratamientos, no para vacunas.

Actualmente el gobierno federal mantiene una reserva cercana a los mil 600 millones de dólares, aproximadamente 32 mil millones de pesos, para comprar vacunas disponibles, con contratos de precompra de 34.4 millones de dosis de Pfizer, 77.4 millones de AstraZeneca, 35 millones de la china CanSino, 34.4 millones de la plataforma Covax de la Organización Mundial de la Salud y, recientemente, confirmó la compra de 24 millones de dosis de la rusa Sputnik V.

De acuerdo con el estudio “Perspectivas de la OCDE sobre Ciencia, Tecnología e Innovación 2021, de una lista de 30 países con investigaciones científicas y médicas sobre el covid-19, México y Polonia están en último lugar con apenas 500 publicaciones mientras Estados Unidos está  primer lugar con más de 26 mil.

Manuel Molano, economista en jefe del Instituto Mexicano para la Competitividad, afirmó que la experiencia de la emergencia sanitaria de 2020 es que la ciencia y la tecnología “nos van a salvar de muchas complicaciones”, siempre y cuando haya los mecanismos para financiarlas.

Señaló que el promedio de inversión de los países de la OCDE en Ciencia y Tecnología es de 2.4% de su Producto Interno Bruto, cinco veces mayor del 0.38% destinado en México. Además, en 2020 el gobierno eliminó los fideicomisos de ciencia y tecnología y el presupuesto para 2021 es 2.1% menor en términos reales, comparado con el aprobado el año pasado.

Si en lugar de dedicar tantos recursos a obras faraónicas e impugnadas como la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya o el nuevo aeropuerto capitalino, una parte se dedicara al desarrollo de la vacuna contra el covid-19, no tendríamos que depender de otros en el combate a la pandemia, la sociedad mexicana lo agradecería pero la ciencia y la tecnología parecen no importar al gobierno federal.

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