
Adrián Chavarría Espinosa /
Andrés Manuel López Obrador preparó muy cuidadosamente la elección de quién debería ser el candidato –que, finalmente, fue candidata– de Morena para sucederlo en la presidencia de la república, pero más con el ánimo de autoprotegerse tanto en lo personal como a su movimiento, autodenominado la cuarta transformación (4T).
Desde que el 5 de julio de 2021 presentó “su” lista de varios precandidatos –a quienes bautizó como corcholatas, bajo el argumento de que “ya no hay tapados”–, políticos cercanos a él, pasando por el 14 de octubre de 2022 cuando “nominó” a 43 personas de la oposición, hasta el 5 de junio de 2023, al confirmar quienes serían sus finalistas: Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno; Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores; Adán Augusto López, secretario de Gobernación; y Ricardo Monreal, líder de los senadores de Morena. Posteriormente se sumarían Gerardo Fernández Noroña y Manuel Velasco, en ese entonces diputado por el Partido del Trabajo y senador por el Partido Verde, respectivamente.
Además, López Obrador anunció que las “corcholatas” perdedoras recibirían un premio de consolación y lo cumplió: Adán Augusto quedó como coordinador de los senadores; Monreal, coordinador de los diputados; Ebrard fue nombrado secretario de Economía; aunque Fernández Noroña no era morenista, se le recompensó como presidente de la mesa directiva del Senado en el primer año de labores legislativas. Solo Velasco quedó excluido.
Con esos antecedentes se comprende por qué el político tabasqueño se decidió por Sheinbaum, la cual había sido señalada como la favorita desde el inicio, al considerar que sería respetuosa y cumpliría no solo con sus promesas pendientes, sino además continuaría con sus políticas y lineamientos, tal como lo había anticipado.
Y es que casi seguramente los “corcholatas” perdedores no habrían acatado de la misma forma que la actual mandataria las líneas predeterminadas, incluso habrían aplicado nuevas medidas, líneas de acción y programas más particulares que los del lopezobradorismo.
Sin embargo, aunque Sheinbaum ha intentado mantenerse lo más fiel a lo establecido por el exmandatario, incluso continúa refiriéndose a él como “presidente López Obrador”, además de defenderlo constantemente en sus conferencias mañaneras, incluso lo califica como «un político honesto».
Aunque en su primer año de gobierno ha cumplido todos los pendientes, como la reforma judicial, acabar con los órganos autónomos y le faltaría terminar con la independencia del Instituto Nacional Electoral –lo que probablemente sucedería con su iniciativa de reforma electoral–. además de seguir y ampliar proyectos tales como el del servicio de trenes de pasajeros, pero en los hechos se ha visto obligada a rectificar otros, como el del abasto de medicinas, programas de salud, guarderías infantiles y mayor actividad internacional.
Pero, en especial, en materia de seguridad Sheinbaum terminó con la política de “abrazos, no balazos”, por la de un combate más serio y formal en contra de la delincuencia organizada, en una acción encabezada y desarrollada por Omar García Harfush, el más leal y cercano de todos sus colaboradores, mismo que nunca fue aceptado por López Obrador.
Aunque probablemente los resultados han sido magnificados, es de reconocer que se ha avanzado no solo en la detención de líderes del crimen organizado –aunque no los principales líderes–, también en la incautación y destrucción de drogas y narcolaboratorios.
Quien se ha comportado más institucionalmente ha sido Marcelo Ebrard, incluso ha sido un relevante negociador con autoridades y empresarios estadounidenses en materia de aranceles impuestos por Donald Trump. Incluso, si se mantiene en esa línea de trabajo muy seguramente podrá ser el candidato presidencial de Morena para 2030.
En el caso de Ricardo Monreal, aunque el zacatecano se ha mostrado entre inconforme y crítico con las propuestas, iniciativas y disposiciones de la mandataria, aunque finalmente se ha disciplinado y acatado las instrucciones emanadas desde Palacio Nacional. Pero, en caso de que él hubiera sido el candidato elegido, probablemente hubiera mantenido algunas políticas de López Obrador, pero ya hubiera implementado líneas propias que lo distinguieran.
Por último, con Adán Augusto López es quien se ha mostrado no solo rebelde. Incluso se podría afirmar que ha saboteado varias decisiones de Sheinbaum, como el haber ratificado a Rosario Ibarra de Piedra al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, cuando la propuesta oficial era Nashieli Ramírez Hernández; modificar la ley antinepotismo para entrar en vigor hasta 2030 en lugar del 2027, como era la propuesta inicial; y el agregar la retroactividad a la iniciativa de reforma a la Ley de Amparo, lo cual resulta inconstitucional.
Además, el político tabasqueño se ha involucrado en varios escándalos como el de Hernán Bermúdez, quien además de ser secretario de seguridad también encabezó el grupo criminal llamado “La Barredora”, sus impugnados millonarios ingresos, su desinterés en las sesiones legislativas y la división entre los integrantes de su bancada, principalmente.
Muy probablemente se siente respaldado por el expresidente, aunque existen rumores de que ya no existe comunicación entre ambos. La duda existente es hasta cuándo se le mantendrá en la coordinación de los senadores de Morena porque ya no existe la confianza política en él y resulta un lastre para Sheinbaum.
Sin duda López Obrador ya anticipaba todas estas situaciones y desde siempre Sheinbaum fue su elegida para ser su sucesora y, los demás solo fueron simples acompañantes en todo el proceso político para darle un cierto barniz de democracia interna en Morena.
La última duda es saber hasta cuándo y como la presidenta romperá su cordón umbilical con el tabasqueño, ya que le resulta cada vez más difícil el seguir justificando sus acciones y, por su bien personal, político y de la nación, que ya empiece a ejercer su poder, definir sus prioridades y gobernar como lo considere mejor, sin necesidad de seguir lineamientos impuestos.
Debe recordarse que ella será juzgada por la historia por lo que haga o deje de hacer y, por su bien debe ser por lo que ella decida, no por lo que intente complacer a su antecesor.
Dejar una contestacion